Thursday, December 29, 2005

Los perritos diabólicos

'...nuestros pecados están manufacturados en el cielo para que creamos nuestro propio infierno, que evidententemente necesitamos.'

Bukowski

De nuevo se cruzó conmigo el Diablo, esta vez cerca de La Tertulia. Su aspecto había cambiado desde aquella primera ocasión. Ahora se me presentaba impecable como profesor universitario. Una partidura exacta dividía su pelo y sus uñas delataban un cuidado minucioso. Al verlo venir, intenté evadir su mirada observando las grietas de la acera. Fue entonces que noté sus zapatos de gamuza roja. Daba la impresión de ser uno de esos profesores que dedican su vida entera a la docencia porque desconocen otra forma de ser en el mundo.

No pude más que detenerme a hablarle. Había sosegado la risa ansiosa y maniática de antes, lo que permitía el paso a una risita comedida pero desbordante de ironía. Girándose hacia la esquina donde se entrecruzan la Ponce de León y la calle Gándara, me dijo:

-“Chequéese el tecato”.

Señalaba con la punta del dedo hacia un deambulante que llevaba tres perros satos amarrados con pedazos de tela desgarbados. Yo lo veía con frecuencia por las calles de Santa Rita, siempre con una jauría distinta. Le comenté esto al Diablo.

-“Sí, he visto a ese hombre antes. Siempre anda con perros distintos. Me pregunto que hará con ellos.”

-“Ah”, dijo prolongadamente. “¿Sabe usted que esos son perritos diabólicos?”

“¿El can cerbero?”, pregunté sotto voce. Me era imposible, con mis escasos 3 años de colegio evangélico en Bayamón, conocer a fondo los pormenores de la fauna infernal. Pero sabía que mi referencia literaria no sería suficiente para estimular la fina inteligencia diabólica. Opté por preguntar:

-“¿Perros diabólicos? ¿De verdad? Pensaría que el gato es un animal más apropiado para esos lares.”

Apareció pujante la risita irónica que ya había notado, mientras que el rojo de los zapatos de gamuza (¿serían italianos?) brillaba fulminante. Me respondió:

-“Perritos, gatitos, pingüinitos, lo que desee. Todo lo animal es infernal. Nuestro es lo instintual, lo placentero, lo consciente. Eso del mal, el vicio y la crueldad lo inventaron ustedes cuando imaginaron a Dios.”

Sunday, December 18, 2005

Dos pasos para el amor


Primero (Martín Albricias):

Tus comisuras fueron las trincheras de esa primera batalla campal. Mis dedos cabalgaban firmes contra tu piel. Claudicaste a la primera embestida de mis besos.


Y después, abyección (Jeremy Postner):

Lately, I am not myself.

I peruse my fingers through leafy books, searching for desire. It’s been hitting me with certainty: I can’t help but look for you in all those leafy, leafy books.

Come to think of it, lately, I’m precisely myself.

Sunday, December 11, 2005

Canción de amor
Al cabrón de Prufrock

Dos doñitas bien gorditas hablan sobre Miguel Ángel en la parada de guaguas frente a la escuela Hawthorne. Mientras miro de reojo el flaco espacio entre ellas, me pregunto: And do I dare, do I dare squeeze myself in there?

Friday, December 09, 2005

Tollinchi ingresó a la Universidad con intenciones de estudiar astronomía. Pronto habrá notado la imposibilidad de conocer la inmensidad sideral. Fue entonces, supongo, que optó por una soberbia menor: conocer la inmensidad toda de Occidente.

Ya nos hace falta.

Thursday, December 08, 2005

Como quien no quiere la cosa

Como quien no quiere la cosa, mientras el profesor revisa sus notas, la amiga de mi novia comienza a contar: “Había un estudiante de Comparada que se volvió loco y solía entrar a los salones en medio de una clase a gritar”.

Amapola, que siempre cargaba con su hijo recién nacido a la clase, contestó: “Es que yo a veces pienso que voy a terminar como Don Quijote. Porque con tanto libro que leo no sé qué es realidad y qué fue lo que leí. Ya yo no te leo el periódico, no te veo televisión, estoy metida en la biblioteca horas y horas.”

En una esquina, Giselle hablaba por teléfono celular con su novio argentino: “Pero Diego, ¿es chiquita o grande? Porque yo entiendo que a una cucaracha grande se le debe tener miedo...”

Mientras tanto, Helga ordenaba a Chemi: “¡Chequéate el center of consciousness de Vincente Castro, papá!”

Entonces, Rita pensaba en voz alta: “Yo sé que el bloque te me come 6 pulgadas del diseño. Créeme, lo he tomado en consideración.”

¿Y yo? Yo digo: “Bendito sea Río Piedras”.